Ayer fue un día de esos difíciles de
olvidar.
Tengo la sensación de haber sido
testigo de un acontecimiento histórico.
Y es que el incendio de Castrocontrigo
es el más grande desde que se tienen datos en León.
Si tuviese que elegir un momento de los allí vividos lo tendría
muy difícil.
Porque me embarga una gran tristeza al
recordar como se quemaban miles de hectáreas de bosque adulto.
Porque ves como la riqueza ambiental
y económica de toda una comarca rural desaparece en unas horas.
Porque no entiendes cómo el hombre
puede desencadenar eventos de esta magnitud aniquilando una naturaleza que le
protege.
Porque es difícil asimilar que cientos de hectáreas ardan sin
control después de que una reproducción lejos de tu alcance tire por el suelo
el trabajo de muchas horas y personas.
Y ves el fuego multiplicarse y no puedes hacer nada.
Porque es difícil olvidar el grito de miles de grillos
que por la noche grillan al cielo su destino en ese sitio que ves que se va a quemar,
con ese ruido que te taladra los tímpanos.
Cientos de miles de animales de todos los tamaños morirán
pasto de la llamas.
Porque es difícil de mantener la entereza cuando vuelves al
lugar donde estaban tus compañeros trabajando y sólo ves un infierno de llamas
y no puedes contactar con ellos y piensas si estarán a salvo.
Cuando esto te pasa varias veces, parece que te vas
acostumbrando.
Porque se hace difícil escuchar por la emisora la orden
de retirada total de los medios de extinción del lugar donde te encuentras para
dirigirlos en bloque a defender los pueblos.
Porque a toro pasado analizas las decisiones tomadas, y ves
que aquellas opciones que tenías y descartaste podían haber sido peligrosas.
Decisiones tomadas en poco tiempo y que afectan a todas los compañeros
que tienes a tu cargo.
Porque sabes que algunos de estos compañeros que lo están
dando todo, lo hacen a pesar de estar explotados y malpagados.
Y porque estas personas te hacen sentirte orgulloso de tu
profesión.
Pero a pesar de todo
esto creo que el momento más representativo de todos, fue aquel a las
5 de la mañana, cuando abandonaba el incendio para descansar, me encontré con
dos ancianos de Torneros de Jamuz.
Creo que se habían resistido al desalojo.
Alarmados por la gran cantidad de humo no podían dormir.
A la puerta de su casa paré mi coche y pude ver en sus
rostros los signos del desamparo, la inquietud, y la tristeza.
Se produjo una conexión silenciosa que lo dijo todo sin
decir nada.
El gesto en forma de llanto y roce fue común y es que las
emociones humanas nunca dejan de sorprenderme.
Al partir, allí se quedó un trozo de mi alma.
La estela del humo atraviesa de sur a norte toda la provincia de León, la de Asturias y llega al Mar Cantábrico.
Mucho animo!!!
ResponderEliminarYo lloré y eso que solo ví imagenes en el periodico, asi que imagina vuestra profunda tristeza y rabia...no tengo palabras que sirvan para aniarmte, solo un abrazo, que no es capaz de cambiar nada, ni de hacer que los montes dejen de quemarse...
ResponderEliminarSolo hace falta un hijo de puta y un mechero o un atontao que no se entera,por desgracia esto tiene mala solucion.
ResponderEliminarUnos segundos de un descerebrado (criminal o imprudente el efecto es el mismo) que suponen décadas para que se recuperen el monte y los que viven en él, eso si es que llegan a recuperarse... Una pena, ánimo.
ResponderEliminarTengo la esperanza de que entre todos eduquemos a nuestro hijos para que respeten la naturaleza y estas cosas no se repitan. " LA TIERRA PROPORCIONA LO SUFICIENTE PARA SATISFACER LAS NECESIDADES DEL HOMBRE, PERO NO LA CODICIA" (GANDHI)
ResponderEliminar¡¡¡¡NUNCA MÁIS, NUNCA MÁIS!!!!