Seis de la mañana.
Suena el despertador.
Son muchos días ya sin actividad alpina y esto hace que me
levante con ganas.
¡Nos vamos a Peña Santa!
Me encuentro camino de los Picos.
En un puente sobre el pueblo anegado de Escaro, en el pantano
de Riaño, un lobo corre en dirección contraria hacia nosotros. Al percatarse
del inminente e inesperado encuentro vuelve sobre sus pasos emprendiendo una
frenética huída que culmina en un enérgico salto para fundirse entre las rocas
y la vegetación de los márgenes de la carretera.